Don Duarte Pío, duque de Braganza y pretendiente al extinto trono de Portugal, está de enhorabuena. El pasado lunes el primer ministro de la República, el socialista António Costa, firmó la ley que restablece los cuatro días festivos suprimidos por el anterior Gobierno del conservador Pedro Passos Coelho. Por primera vez desde 2013, este año los lusos podrán disfrutar del Corpus, el Día de la República (5 de octubre), el de Todos los Santos, y el Día de la Restauración Portuguesa (1 de diciembre).
La reposición de éste último es de especial importancia para el noble, ya que conmemora un triunfo tanto nacional como familiar: el de su antepasado directo, el rey João IV, sobre los ocupantes españoles, poniendo fin a la Unión Ibérica que mantuvo a Portugal como parte de la Corona española entre 1580 y 1640.
“Es un gran día que debe ser celebrado por todos los portugueses, sean republicanos o monárquicos. Ya he felicitado al primer ministro personalmente”, afirma el duque, la cara más visible de la campaña a favor del restablecimiento de los mismos.
El Reino de Portugal terminó hace 116 años al ser proclamada la república, pero el actual jefe de la familia real, don Duarte Pío, mantiene un papel activo en la actualidad lusa. A través de la Fundación Don Manuel II –que lleva el nombre de su tío abuelo, el último rey de la dinastía de los Braganza– participa en actividades de apoyo social para los más desfavorecidos, iniciativas culturales y, a título personal, ayuda al Gobierno en ciertas mediaciones internacionales.
El duque acepta que, probablemente, no verá la restauración de la monarquía durante su vida –“apenas un 29% de la población apuesta por ello”–, factor que achaca a un problema léxico. “Los portugueses rechazan la monarquía porque no entienden lo que es; asocian ‘democracia’ con ‘república’, tanto que algunos creen que España es una república aun sabiendo perfectamente que Felipe VI es el rey. Los únicos que consiguen esquivar ese muro son los jóvenes, que son más abiertos a nuevas ideas”.
El pretendiente no se resiste a señalar las ventajas de un régimen político más parecido al de la vecina España, con cuya familia real mantiene lazos estrechos –se ve con las infantas Margaritas y Pilar (hermanas de Juan Carlos I) con cierta frecuencia, y con el Rey emérito cuando pasa por Estoril–. Adora España: visita Galicia a menudo, y confiesa ser fan de las series Hispania e Isabel.
Desde su despacho en la sede de la Fundación, decorado con tapices con el escudo de las armas reales y retratos de sus ilustres antepasados, el noble recibe a EL ESPAÑOL y explica por qué considera que los Estados modernos pueden funcionar mejor si cuentan con “la fuerza neutra de un rey constitucional”.
¿Cuáles son sus funciones como jefe de la Casa de Braganza?
Estoy al servicio de los portugueses. A través de la Fundación intento ayudar a los ciudadanos más desprotegidos, especialmente en el interior del país, que está muy ignorado por los políticos ya que esas zonas tienen poco peso electoral.
Financiamos programas de enseñanza práctica para la comunidad gitana lusa, y actividades culturales en nuestras antiguas posesiones de ultramar, o donde hay grandes comunidades de emigrados: en Luxemburgo, Estados Unidos, Canadá… A nivel personal, acudo a conmemoraciones históricas a petición de las corporaciones municipales. ¡Curiosamente, los alcaldes del Partido Comunista tienden a ser los más entusiastas!
Desde el pasado diciembre Portugal tiene un Gobierno minoritario socialista. Muchos temen por la estabilidad de la alianza de izquierdas a largo plazo. ¿Cómo valora la situación política?
Es surrealista. Los ejecutivos minoritarios están sujetos a las divergencias que puedan surgir entre socios, y eso hace que la situación sea delicada. Pese a ello, quiero pensar que las cosas saldrán bien, pues los portugueses siempre hemos sido capaces de adaptarnos a situaciones críticas.
¿Tiene buena opinión de los políticos lusos?
Francamente, sí. Los políticos portugueses están haciendo un enorme esfuerzo dentro de una situación extremadamente difícil. Conozco al nuevo presidente de la república y al primer ministro, y sé que son personas de gran capacidad. Pero mi crítica con los políticos es siempre la misma: son excesivamente susceptibles a sus ideologías.
Tengo muchos amigos comunistas y son personas excepcionales, pero tienen sus visiones condicionadas por una carga ideológica muy fuerte. Y lo mismo pasa por el otro lado, con el liberalismo. Invocan a Keynes, dicen que la libertad del mercado crea prosperidad, y que aumentar salarios aumenta la economía nacional. Se olvidan de que Keynes está desactualizado: vivía en un mundo con aduanas, donde el dinero no circulaba. Hoy en día si el Estado invierte en la economía portuguesa, ese dinero se da a la fuga y nos quedamos sólo con la deuda.
El euro es un sistema deshumanizado que va contra la naturaleza
¿Apostaría por otro tipo de sistema económico?
Abogo por la doctrina social de la Iglesia. La economía tiene que estar al servicio de las personas, y no lo contrario. Gran parte del problema es que el Estado tiene que dejar de intentar controlar todos los recursos, pues es evidente que no sabe hacerlo eficientemente. Los impuestos actuales son excesivos, y los servicios sociales insuficientes. Son sistemas deshumanizados, como el del euro.
¿Considera que Portugal debe salir de la eurozona?
El euro es una cosa que va contra la naturaleza. Es una locura pensar que la economía portuguesa pueda competir al mismo nivel que la alemana, y sin embargo ahora mismo operamos con una divisa germana. Yo me manifesté en contra en su momento, junto a los economistas que auguraron que esto sería un desastre, pero los políticos insistieron que se trataba de un proyecto político y se tenía que hacer.
¿Se considera europeísta?
Absolutamente, pero de otro tipo de Unión Europa. La actual quiere homogeneizar todo y quitar los elementos nacionales, la cultura propia que enriquece a los pueblos; no me sorprende que los ingleses se sientan amenazados. Al igual que mi primo, el fallecido archiduque Otto de Habsburgo, que fue uno de los padres de la Unión y un eurodiputado durante mucho tiempo.
Yo creo que debemos seguir el modelo de la Confederación Helvética –o sea, Suiza–. Se tienen que respetar las diferencias, no intentar borrarlas. En algunos países las monarquías por lo menos suavizan esta situación, porque aunque se haya perdido mucho ante la Unión, los reyes son la representación viva de la patria.
¿La representación nacional exige un comportamiento ejemplar?
Siempre es preferible que sea así, pero los reyes son personas humanas, con todos sus defectos. Los pueblos generalmente saben diferenciar los problemas personales y sus actuaciones políticas. Pero los reyes tienen que ser ejemplares.
El juicio del caso Nóos favorecerá a la imagen de la familia real
¿Cómo valora la forma en la que se está tratando el caso Nóos en España?
Es un drama, tanto para la familia real como para la gente que la apoya. Las familias reales son familias normales, con la diferencia de que tienen el deber de ser ejemplares. Creo que Felipe IV ha tomado una posición clara a este respecto, evitando interferir con el trabajo de la Justicia. Es una situación dolorosa, pero si ella [en referencia a Cristina de Borbón] lo hizo, tendrá que pagar por ello.
¿Cree que el juicio dañará la imagen de la familia real?
Al contrario, creo que le favorece. Este juicio muestra que la monarquía es lo suficientemente sólida como para que la familia real no esté ‘abrigada’ por la Justicia. En muchas repúblicas los presidentes son pillados en situaciones ilegales y consiguen evitar consecuencias legales. En Francia muchos presidentes han estado implicados en ilegalidades, pero nunca han ido a la cárcel; todo indica que uno de ellos incluso se vuelva a presentar en los próximos comicios [en alusión a Nicolas Sarkozy].
En Brasil vemos lo mismo. Aquí hay señales de que [el ex primer ministro, José] Sócrates hizo algo, pero nadie cree que será condenado por ello. Y más que injusto es inmoral. Las repúblicas saben que son frágiles y por eso evitan meter a sus presidentes en la cárcel, para evitar inestabilidad. Las monarquías tienden a ser más éticas.
En las monarquías del norte de Europa las comisiones anticorrupción son nombradas por iniciativa real y son infinitamente más efectivas
Sin embargo, una de las principales preocupaciones de los ciudadanos del Reino de España es la corrupción…
El Rey necesitaría tener más poder para nombrar entidades independientes para investigar la corrupción; cuando el propio Gobierno elige quién le investiga, no debe sorprender que la corrupción sea endémica. En las monarquías del norte de Europa las comisiones anticorrupción son nombradas por iniciativa real y son infinitamente más efectivas, porque son neutras.
En Portugal hemos tenido presidentes muy partidarios. No se entiende que en un partido de fútbol el árbitro sea claramente favorable a uno de los equipos, e igualmente no se entiende en un Estado. Incluso en Marruecos el rey es visto como un garante de la independencia del Estado.
Los reyes son figuras que unifican, como se ve en Bélgica –donde se dice que el único belga en esa tierra de flamencos y valones es el propio rey–, o como era el caso con el emperador austro- húngaro, que logró unir a pueblos que se detestaban hasta la desgraciada Primera Guerra Mundial.
La solución al problema catalán y vasco es crear un estatuto de reino unido
Pero en España la figura del rey no parece sofocar el movimiento independentista en Cataluña…
El tema se ha manejado mal. La solución al problema catalán es crear un estatuto de reino unido, tanto para Cataluña como para el País Vasco. Es evidente que son naciones, y eso se debe reconocer, pero ofreciéndoles un lugar dentro de un “Reino Unido de España”, como hicieron los británicos y los holandeses, con sus respectivos Gobiernos, pero con un rey y unas fuerzas armadas comunes. La separación radical sería traumática, especialmente para los catalanes.
Hay algunos catalanes que apuntan a la independencia de Portugal como un ejemplo a seguir.
La Unión Ibérica de Portugal y España sólo duró 60 años, y Cataluña es parte de España desde hace siglos. La interpenetración es mucho más profunda que la que tuvimos nosotros, e incluso así la separación de España y Portugal fue traumática.
Un antepasado de mi mujer era el gobernador de Madeira cuando declaramos la independencia de España, y él tuvo que elegir entre mantenerse leal a su patria o tomar el partido por su esposa portuguesa. Ganó el amor –y por eso Madeira es portuguesa hoy en día– pero fue una decisión traumática igualmente.
Además de dirigir la Fundación Don Manuel II, usted es conocido por sus mediaciones en conflictos internacionales.
Intento ayudar en lo que pueda. Mi técnica es simple: se basa en crear empatía y confianza con las personas que trato, para que sepan que soy un actor neutro en el asunto.
En Timor, donde medié entre los independentistas y el Gobierno de Indonesia, funcionó muy bien, y el presidente indonesio aceptó que los timorenses decidieran su futuro. En Siria también lo intenté.
Fue muy criticado por ello.
Sí, en los medios portugueses. Cuando fui [como parte de una delegación europea en 2011] me reuní con el presidente [Bashar] al Asad –que conozco desde sus días de estudiante de oftalmología en Londres– y los partidos de la oposición. Hice una propuesta de paz que fue aceptada por él y por parte de la oposición, con el fin de crear un gobierno de unidad nacional hasta poderse celebrar unas elecciones.
La parte que no aceptó fue Al Qaeda, y la gente que ahora forma parte del Estado Islámico. Y por eso no salió aquello. En Portugal se me criticó por hacer elogios al presidente sirio en una rueda de prensa, pero es obvio que si no hubiese hecho eso nunca me hubiera dado su confianza. Para mediar es necesario entenderse con ambas partes.
Reagan me animó a presentarme a presidente de la república. Decía que sus informaciones aseguraban que ganaría
Pese a ello, disfruta de cierta popularidad en Portugal. ¿Nunca consideró presentarse a las elecciones dentro del régimen republicano, tal y como hizo su familiar Otto de Habsburgo en Austria?
Hace unas décadas el presidente estadounidense Ronald Reagan me animó a que lo hiciera. Decía que manejaba información sobre que si me presentaba a la presidencia de la república, ganaría. Pero no puedo hacer eso.
Primero, sería una traición a los monárquicos. Y además sería poco honesto con la propia república, pues no puedo ocupar un cargo y luego hacer todo lo posible para que deje de existir.
Usted acepta que no verá la restauración de la monarquía durante su vida. ¿Está educando a su hijo para que sea rey algún día?
Estoy preparando a mi hijo para que esté al servicio de Portugal. Su deber, y el deber de mi familia siempre ha sido servir a esta nación. Algunos lo han hecho mejor o peor –creo, por ejemplo, que mi antepasado el rey Manuel I cometió un error terrible al promulgar la expulsión de los judíos bajo presión de los reyes de Castilla en el medievo–, pero por lo general mi familia siempre ha servido a los portugueses, y lo ha hecho bien. Y así lo seguiremos haciendo, sea cual sea el régimen nacional.
Fonte: EL ESPAÑOL
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