quarta-feira, 31 de março de 2021

Las Braganza, las 6 infantas portuguesas que se convirtieron en matriarcas de la realeza católica europea


Filhos de D. Miguel I: Infantas Adelgundes, Maria Teresa, María Jose e Maria Anna com o seu irmão D. Miguel II. (Dativo Salvia)

Respetadas en todas las cortes, juntas urdieron matrimonios dinásticos entre sus propios hijos y nietos. Configuraron una tela de araña familiar cuyos ecos llegan hasta nuestros días


La publicación de un libro del historiador y profesor Dativo Salvia Ocaña ha sacado a la luz la vida extraordinaria de seis princesas portuguesas, hijas del rey don Miguel I, que nacidas en un exilio difícil y encarando un futuro incierto en el revolucionario siglo XIX alcanzaron a crear una tupida saga de descendientes, esparcidos por todas las familias reales católicas de Europa, que no tiene poco que envidiar a la mucho más reconocida descendencia de la renombrada reina Victoria de Inglaterra.

Su historia comienza en un antiguo y medio abandonado monasterio cisterciense de Bronnbach, en Alemania, donde estas princesas sin patria crecieron a la sombra de su tío, el príncipe de Löwenstein, cuya hermana, Adelaida, de tan sólo 20 años, había contraído matrimonio en 1851 con el expulsado rey Miguel de Portugal, que ya frisaba los 50 años. Absolutista declarado, Miguel había disputado el trono a su sobrina, la reina niña María II de Portugal, apoyada por los liberales, y tras una corta guerra dinástica se había visto obligado a emprender el camino del exilio con muy escasos bienes. De ahí que sus hijas, Nieves, María Teresa, María José, Adelgunda, María Ana y María Antonia, se educasen en un ambiente fuertemente pietista y conservador que minimizaba sus posibilidades en el mercado matrimonial europeo.

Un caldo de cultivo sin duda anacrónico aunque con el encanto de lo decadente, pero en cuyo seno florecieron estas seis mujeres de caracteres notables y de singular brillo personal que, andando el tiempo, supieron jugar un notable papel político en la Europa de su tiempo y cuyo espíritu retomaron algunos de sus descendientes, como el archiduque Otto de Austria, paladín del concepto de Unión Europea.

 

Nieves sería la última reina carlista de España y de ella aún se recuerda la bravura con la que, a caballo, participó en la tercera guerra carlista de España alentando a sus huestes.

 

María Teresa entró por matrimonio en la exclusiva corte de Viena, llegando a ser durante años la primera dama del imperio tras el asesinato de su cuñada, la emperatriz Isabel, la famosa Sissi, esposa del emperador Francisco José.

María José casó con aquel oftalmólogo reputado que fue el duque Carlos Teodoro en Baviera, hermano de la misma Sissi.

Adelgunda fue un gran adalid de los intentos de los miguelistas portugueses por recuperar el trono de Lisboa, llegando a conspirar y a intentar levantar un ejército en tierras portuguesas ya entrado el siglo XX.

María Ana fue gran duquesa de Luxemburgo por su matrimonio con el gran duque Guillermo IV. Y María Antonia casó con el duque Roberto de Parma, fue madre de doce hijos brillantes y suegra del último emperador de Carlos I Austria-Hungría.

Conocidas y respetadas en todas las cortes, juntas urdieron matrimonios dinásticos entre sus propios hijos y nietos, y siempre unidas configuraron una singular tela de araña familiar cuyos ecos llegan hasta nuestros días, reinventando consanguineidades sorprendentes y sin duda propias de otros tiempos. De ellas descienden reyes, grandes duques, jefes de casas en otro tiempo soberanas, y miembros de innumerables familias de la gran aristocracia internacional, en un conumdrum de archiduques, príncipes, duques y condes de toda suerte.

Las hermanas Braganza dejaron honda huella en la memoria, fueron fieles a sí mismas y a una tierra portuguesa a la que les unía la nostalgia de algo apenas atisbado, y supieron configurar un sólido y bien cimentado clan cuya influencia se extendía por España, Francia, Alemania, Bélgica, Luxemburgo, Italia y los extensos territorios del imperio Astro-Húngaro. Tal fue su impronta que todavía hoy en día el rey de Bélgica, el gran duque de Luxemburgo y el príncipe soberano de Liechtenstein se saben honrosos descendientes de ellas, al igual que otros muchos príncipes y princesas de familias soberanas ya largamente destronadas como las de Austria-Hungría, Portugal, Italia, Rumanía, Serbia, Brasil, Baviera.

Fonte: Vanitatis

feiralivro-mrec

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